miércoles, 24 de enero de 2007

Conejópolis Inn

ciudad-erótica-lluviadesemen

Caminar veintisiete cuadras surcando la media noche para llegar a casa es un esfuerzo que, para el sueldo de un coeditor de periódico, puede fácilmente convertirse en hábito. antes pensaba que me ahorraba veinticinco pesos del taxi, ahora se que me los gano honestamente. Además, el poner a ejercitar mis pies a ritmo coordenado le dan la oportunidad a mis ojos para observar desde otra posibilidad las calles desnudas de la ciudad. a estas horas, cuando la urbe palidece, las banquetas se vuelven espacios autónomos; no hay necesidad de andar esquivando o driblando a nadie, uno puede caminar directamente si quiere, o bien, ir haciendo ziczacs al toparse con postes mientras tararea alguna canción; no hay posibilidad de choque humano. La música de fondo la ponen los propios zapatos rozando el pavimento o golpeando corcholatas; el ruido de los autos que ha mayor oscuridad, mayor velocidad; y alguna que otra televisión prendida emitiendo sonidos eróticos. Las agujetas van siempre bien atadas para evitar cualquier distracción, los sentidos diáfanos; como esponjas que absorben todo el líquido de la madrugada. Uno debe ir bien atento para cuando la luna se quite el brasier acariciarle suave el pezón y así encender su farol e iluminar nuestra acera. Pienso que de día el cuerpo de la ciudad es para todos, de madrugada es sólo para los que andamos en ella.Voy olvidando todo concepto laboral: acentos, comas, sinónimos, balazos, sumarios, cabezas, columnas y medias planas. Todo ese ramillete de tópicos periodísticos van quedando atrás. Es momento de sentir el beso del aire estampándose en el rostro al cruzar las cuadras, de saludar al semáforo cuando éste guiñe su ojo verde, de tocar, de contemplar, de manosear la ciudad, de recorrer su vestido de cemento; de bajar sus medias de neón, sus calzones de cable; de hundirse en su vientre de asfalto, de hacerle el amor, de violarla, de violarla, de hacerle el amor.

Ciudad-madrugada- indigentesinsueño

Es curioso porque aún cuando es de noche voy pensando en la ciudad de día. cuando las caras se entrecruzan sudando, cada cual con su prisas, con su ternura y su ira. las miradas desviadas, los pasos multiplicándose, gente en repetición, murmullos, gritos, ciudad- bulla, ciudad-ensordecedora, ciudad-guerra. autos-balas que se quieren incrustar en las piernas de los ancianos o en las costillas de los niños, claxones-bombas que derrumban silencios que no han nacido, velocidad salpicada en la piel, tráfico aleteando en los ojos, vida a contrareloj, miedo, violencia, ciudad violenta.Más allá su mercado teñido con voces de colores. Pásele marchantita, qué le doy mi rey. Pescado, pan, a dos la medida de soledad, tres peso el kilo de olvido. Sus vendedores ambulantes trasgrediendo esquinas. Sus iglesias escoltadas por gente sucia suplicando algunas monedas, mucha indiferencia y escasas manos que sueltan el cambio. Sus niños en los parques embarrados de mayonesa y sus otros niños: payasos sin aplausos tocando a la ventana de los coches. De madrugada la ciudad es distinta, pero casi igual. Los vendechicles no sueltan la esperanza de aumentar sus ganancias, son autoservicios rodantes que abren las 24 horas. En una banqueta hay recostado un hombre hambriento que sabe bien que muy cerca, en una casa bienpintada, otro come solo. Mientras alguien duerme otro rescata objetos de entre la basura, mientras una muchacha se emborracha hay señoras que barren las calles. La luna desnuda también es de las putas y de los homosexuales que toman por asalto algunas avenidas y ofrecen cuerpo para quien sea capaz de responder a su sonrisa. En el parque los manifestantes roncan, sus reclamos cierran los ojos al mecer de una hamaca colgada de árboles sin respuesta. Así es la conejopolis bajo sábanas oscuras , un cine de pantalla interactiva donde todos somos personajes principales.Ciudad-neon-policiascontragreñudo La inercia social hace a pensar a muchos que el que deambula a estas horas es sospechoso de algo; algo busca, algo esconde, algo pretende: droga, sexo u objetos ajenos. Yo pretendo llegar a casa y reciclar alguna imagen debajo de las naguas de esta madrugada. Sin embargo, por andar violando y haciéndole el amor a la ciudad, algunas patrullas me han detenido a consecuencia del flamante programa “operación quincena” que supongo, es detener a toda persona flaca, de cabellera larga y playera con marley fumando mariguana, rondando por las calles. Les digo que trabajo en un periódico, que voy caminando porque no me alcanza la moneda para el taxi, y que además, un amigo dice que para quien posee mínimo dinero es buena terapia caminar de madrugada. Piensan que me burlo de ellos, yo les explico lo contrario, pero argumento que ellos me agredieron primero. La discusión se prolonga, los policías se vuelven tercos, me solicitan identificación, les digo que no llevo, que si desean acompañarme al trabajo. Por fin uno menos necio pone fin al conflicto diciendo: “disculpe, es que son ordenes del presidente”. continúo mis pasos y pienso si ese “operación quincena” no funcionaria mejor mandando patrullas en las madrugadas para darles un aventón a su casa a las personas flacas, de cabellera larga y playera con marley fumando mariguana, que caminan contemplando las estrellas porque no les alcanza para el taxi la quincena.

Ciudad-barrio-laniñacareta

Cuando llego a casa ya estoy durmiendo, sueño que soy un perro con la lengua de fuera en medio de esta urbanidad y que alguien a medio día me narra al oído un cuento citadino…pájaros desteñidos sobrevuelan la mañana. El sol se derrama en los rostros de las lavanderas. Las pantaletas colgadas en los tendederos no hacen más que recordarle la vida que le espera. Ahí va: todo asoleado; malgastando el suelo con el trillar de sus patas, nómada de esta ciudad sin piel. La saliva es un dolor que se traga esperando nunca vomitarlo. Lleva la muerte tropezándose por dentro. Observa sigiloso el barrio. Huele las calles donde tantas veces se le ha apagado la vida. Jauría de moscas lo observan pasar. De soslayo le dicen adiós. La vida es un hueso que se chupa con hambre. La rabia pega cuando el amor por el hocico se vuelve espuma. Los borrachos van gritando que el mundo se observa mejor a través del culo de una botella. El tiempo le ha enmohecido los ojos. Imagina que una niña con mirada de ala lo llama. Es la vida que se escurre quizá, el suelo está reseco. La esquina se ha quedado sola, pero, aún le queda tiempo para contemplar algunas mariposas pisadas, y al final de la calle, una pregunta que ladrar: ¿quién en esta ciudad se atreve a amar a un perro callejero?

flakko



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